lunes, 21 de diciembre de 2009

APUNTES DIAS 17 Y 18 DE DICIEMBRE

MONARQUÍA HISPÁNICA Y RELACCIONES EXTERIORES EN EL S.XVI (Carlos V y Felipe II)

HERENCIA DE CARLOS V

Carlos de Gante llega conjuntamente a las Coronas de los reinos de Castilla y Aragón el 14 de marzo de 1516, en Bruselas. En los primeros días de abril, arriban a Madrid las cédulas con su firma -a las que se dio inmediato cumplimiento- ordenando al gobernador, consejo, grandes y ciudades, que se le proclamase rey.
El regente, el anciano cardenal Cisneros, debía enfrentar una situación de especial inquietud, entre la nobleza que había apoyado al Rey Católico y la que se preparaba para hallar acomodo en el nuevo reinado. La llegada del Rey fue apresurada.
En ese momento sólo debía haber heredado Aragón y sus posesiones italianas, pues aún vivía su madre Juana I, reina propietaria de Castilla, pero la enfermedad melancólica de ésta que le convertía en incompetente para reinar, le transformó también en rey de Castilla y de su potencial imperio americano. Cuando en 1520, encabeza un imperio europeo, halla su coronación la política de alianzas trazada por los Reyes Católicos, quienes nunca imaginaron, sin embargo, tal concentración de cetros en las manos de su nieto, obrada por la muerte de varios príncipes destinados a reinar en los diferentes estados que compondrían el Imperio hausbúrgico y la monarquía compuesta de España. Pero esta construcción no fue un resultado del puro azar. Por entonces, los reyes de España constituían una alianza codiciada no sólo por el Sacro Imperio Romano Germánico, sino también por el poder financiero, que encarnado primero en las familias de los banqueros alemanes Fugger y Welser y luego en los banqueros genoveses y toscanos instalados en Castilla, deseaba proyectarse hacia las inmensas posibilidades abiertas por la expansión africana y atlántica compartida con Portugal.

En resumen, la herencia de Carlos V comprendió:

1) El legado de Maximiliano I: Los Estados de la Casa de Austria, los derechos sobre el ducado de Milán y el imperio alemán (Austria, Estiria, Carintia, Cárnida, Alsacia y Franco-Condado, Bohemia, Moravia y Silesia.
2) El legado de María de Borgoña: Los Países Bajos, Artois, Flandes y el derecho la ducado de Borgoña.
3) El legado de Isabel la Católica: Castilla, posesiones en el Norte de África, posesiones americanas.
4) El legado de Fernando el Católico: Aragón, Navarra, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Rosellón.
La circunstancia de que Carlos I fuese el primer rey de una dinastía extranjera que llegó al trono castellano-aragonés y que fuera elegido emperador del Sacro Imperio, hizo variar las perspectivas del reino respecto a los problemas europeos y exigió de él una intervención mayor. La tensión entre el reino particular y el Imperio universal se daba sobre bases distintas a las medievales, pues todos los reinos que se consideraban emancipados del poder imperial, aspiraban, sin embargo, a la jefatura del orbe cristiano. Así, la tradición del Imperio Romano Germánico fue revitalizada con nuevas bases en la Monarquía Hispánica.

A pesar de la diversidad y extensión de los reinos bajo su potestad, Carlos I de España y V de Alemania, logró organizar un sistema político que le permitió hacer funcionar de manera coherente la diversidad de las tradiciones políticas, culturales y militares de sus numerosos estados donde ninguna institución era común a todos, salvo la Corona y su órgano consultivo para la política exterior, el Consejo de Estado, donde intervenían personajes de los distintos pueblos gobernados.
El reino de Nápoles estuvo bajo la Inquisición romana y Portugal y sus posesiones coloniales desarrollaron una organización similar. Pero otras regiones del Imperio como Milán, el Franco Condado o los Países Bajos, se opusieron a su instalación. No constituía, por consiguiente, un instrumento imperial.

Durante el primer cuarto del siglo XVI se fue conformando un aparato que por su organización conciliar ha sido llamado polisinodial y que fue impuesto por la necesidad de gobernar una herencia política extraordinariamente compleja, el Imperio, que asociaba pueblos distintos por su lengua y su sistema económico, respetando los ordenamientos políticos y jurídicos de cada una de las partes que la componían.


LA RIVALIDAD HISPANO-FRANCESA Y LA AMENAZA OTOMANA

A finales del siglo XV, y durante la primera mitad del siglo XVI, las relaciones internacionales en Europa se explican por tres denominadores comunes: el antagonismo hispano-francés, la defensa de la Europa Central frente a la expansión turca en el ámbito danubiano y de sus aliados norteafricanos en el Mediterráneo, y las pugnas entre católicos y protestantes en Alemania, una vez iniciada la Reforma luterana. Otros dos factores de importancia que coadyuvan a explicar el desarrollo de los acontecimientos en esta época son el despliegue de una nueva diplomacia renacentista y el uso de nuevas armas (armas de fuego y artillería).
Aparecerán un conjunto de ligas que se hacen y se deshacen con facilidad, pero que suelen agrupar a diversas potencias que se coaligan para hacer frente a otra más fuerte en una zona determinada (que en estas fechas -fines del XV y primer cuarto del XVI- suele ser la dividida Península Italiana, que no logrará su unidad política hasta la segunda mitad dcl XIX). Hasta 1526, estas ligas se forjaron para frenar la expansión francesa, pero, a partir de esta fecha, se aglutinaron en torno a Francia para intentar disminuir el poder español. En cuanto a los cambios en el arte de la guerra, se fue popularizando el uso de armas de fuego (cañones, primero de bronce y posteriormente de hierro) y la artillería. También progresó la técnica de las minas, y la arcabucería y las largas picas usadas por la infantería hicieron retroceder el papel jugado hasta el momento por la caballería. Pese a todo, las armas tradicionales, las armas blancas y las de carácter defensivo -lanzas, flechas, espadas, escudos, puñales, alabardas- siguieron siendo abundantemente empleadas, y la caballería, aunque no sufrió una crisis repentina, tuvo una efectividad limitada. Además, los ejércitos no eran permanentes, se nutrían de mercenarios, de procedencia plurinacional y de creencias multirreligiosas.

1.Francia y España en Italia (1494-15l5): la hegemonía francesa en el norte y la española en el sur.

1.1. El primer intento francés de conquistar Nápoles por parte de Carlos VIII (1494-1495). La forja de una liga antifrancesa. Consecuencias diplomáticas de las alianzas.

La rivalidad hispano-francesa no era a finales del s. XV un hecho reciente: Castilla había mantenido relaciones de amistad con la monarquía francesa, pero la Corona de Aragón no puede explicarse sin su plurisecular enfrentamiento con sus vecinos del norte. Uno de los motivos fundamentales de hostilidad en el s. XIII se produjo por el dominio de Sicilia: la Corona de Aragón apoyó un levantamiento en 1282 contra el dominio de la casa francesa de los Anjou. Además en el primer cuarto del s. XIV se produjo la ocupación aragonesa de Cerdeña, y en 1442, Alfonso el Magnánimo conquistó el reino de Nápoles, aunque éste se desligó de la Corona al ser heredado por Ferrante, hijo ilegítimo dc Alfonso el Magnánimo. Las relaciones de Ferrante con la aristocracia napolitana distaron de ser afables, por lo que un sector de los barones opuestos al dominio aragonés solicitó la intervención del rey de Francia para liberarlos. Carlos VIII penetró en Italia, tras haber pactado, entre 1492 y 1493, la no intervención de diversas potencias extranjeras: Inglaterra, la monarquía española y el Imperio (que fue recompensado con el Artois y el Franco-Condado). España recuperaba el Rosellón y la Cerdaña, a cambio de no intervenir mientras no fuera atacada la Santa Sede. Pero la condición feudataria del reino de Nápoles respecto al Pontífice permitió a la monarquía española actuar militarmente en Italia. Junto con España se alinearon Venecia, Génova, Milán, los Estados Pontificios, el Imperio e Inglaterra. La última plaza bajo dominio francés, Tarento, cayó en 1497. Comenzaba así un período de guerras hispano-francesas que se prolongarían 65 años, hasta la paz de Cateau-Cambrésis (1559). La alianza antifrancesa de 1495 fue reforzada diplomáticamente por medio de enlaces matrimoniales destinados a tener un gran futuro político: los matrimonios vinculaban al Imperio y a los Países Bajos con España. Finalmente, estos dos últimos tuvieron un único heredero, Carlos V, que unió bajo su persona reinos y territorios que incluían los Países Bajos, la corona de Castilla, con sus incipientes posesiones americanas, la Corona de Aragón, con sus estados italianos, Austria y un conjunto de tierras centroeuropeas. En 1519 resultó elegido titular del Sacro Imperio Romano Germánico.

1.2. Segunda intervención francesa en Italia. Conquista del Milanesado y reparto de Nápoles con España. Guerra hispano-francesa. Hegemonía francesa en el norte y española en el sur.

Luis XII, sucesor del rey de Francia Carlos VIII, intervino muy pronto de nuevo en la política italiana: promesas territoriales para Venecia le atrajeron su alianza, así como la de Inglaterra, Felipe de Habsburgo y los cantones suizos. La lucha por la hegemonía en la Península Italiana se centró en dos ámbitos: el Milanesado y Nápoles. En 1500 Luis XII, dueño ya de Milán, firmó con Fernando el Católico el pacto de Granada en el que ambas potencias acordaron conquistar y repartirse Nápoles. Ambos se adueñaron del reino sin dificultades en 1501, pero las discrepancias sobre la delimitación motivó que los aliados rompiesen su acuerdo inicial. A mediados de 1502 estalló un nuevo conflicto hispano-francés. El ejército hispánico obtuvo el dominio definitivo sobre Nápoles. En 1504 quedaba asegurado el dominio hispánico sobre el sur de Italia, mientras el Milanesado, en el norte, permanecía en manos francesas .

1.3. Viraje hispánico. Tratado de Blois de amistad con Francia. Liga antiveneciana de Cambrai. Nueva ruptura de relaciones hispano-francesa y expulsión de Francia del Milanesado. Reconquista francesa de esta estratégica región.

Tras la muerte de Isabel la Católica en noviembre de 1504, Fernando firmó un pacto con Francia, el tratado de Blois (1505), en el que se estipuló el cese de las hostilidades entre ambas potencias y se acordó su matrimonio con una princesa francesa, Germana de Foix. En caso de que hubiese descendencia, el heredero se convertiría en rey de Nápoles; de no ser así, éste se incorporaría a la monarquía francesa. Ambas potencias -Francia y España- participaron en 1508 en la Liga de Cambrai, articulada por el Papa Julio II, junto al Imperio, contra Venecia. El peso principal recayó sobre las tropas francesas que ocuparon Lombardía, mientras que Fernando el Católico conquistó Apulia. Pero esta coalición, en la que ingresó después Inglaterra, se tornó contra Francia, al considerar Julio II provechoso expulsar a los franceses de Italia. Dos de las consecuencias colaterales de este conflicto fueron la caída de la república instaurada en Florencia, en 1494, y el retorno al gobierno de los Médicis, y la anexión del reino de Navarra, aliada de la monarquía francesa, a Castilla. El nuevo soberano francés Francisco I, recuperó Milán a raíz de la batalla de Marignano en 1515. Al año siguiente, el tratado hispano-francés de Noyon ratificaba diplomáticamente esta conquista.

2. La rivalidad Francisco I-Carlos I. La expansión otomana en el Danubio y el Mediterráneo y el avance del protestantismo en Alemania

Carlos I y Francisco I, los soberanos de las monarquías española y francesa, protagonizaron un enfrentamiento constante durante toda su vida, manteniendo cuatro guerras entre 1521 y 1544. Francisco I había accedido al trono francés en 1515. Carlos fue proclamado titular de la monarquía hispánica en los Países Bajos en 1516. Ambos rivalizaron en la elección imperial de 1519, que se inclinó a favor de Carlos I, conocido desde este momento como Carlos V. Carlos V aspiró a una monarquía basada en unas relaciones pacíficas entre las distintas monarquías cristianas (Universitas Cristiana). Al frente de esta Universitas cristiana debía existir un poder de alcance universal: Carlos V estaba imbuido en el ideal de cruzado medieval. Pero jamás pudo liderar una Europa cristiana unida contra los turcos, pues se lo impidieron por un lado los franceses y por otro los protestantes alemanes. El acceso al trono de Carlos I fue coetáneo con el estallido de la Reforma luterana y con la ruptura de las relaciones con Francia. Aparte de las diferencias doctrinales, el problema con los luteranos se encontró políticamente: muchos príncipes germánicos abrazaron la causa de la Reforma para usarla como móvil de oposición política contra el Emperador y beneficiarse de la secularización de la Iglesia. Además, el rey de Francia no tuvo problemas ideológicos en pactar con los protestantes y apoyar las reivindicaciones de los príncipes. El hecho de que en la Dieta dc Francfort (28-junio-1519) Carlos saliera elegido por unanimidad Emperador supuso un triunfo político en Europa de la Casa de Austria y el desplazamiento de Francisco I de Francia.

2.1. Primera guerra hispano-francesa entre Francisco I y Carlos I. Batalla de Pavía. Control hispánico del Milanesado y hegemonía en Italia. Tratado de Madrid de 1526.

La principal discordia fue el Milanesado, entonces en poder de Francia, pero crucial para Carlos V, pues su control le permitiría soldar sus dominios centroeuropeos con los mediterráneos y usarlo como glacis de protección para asegurarse el dominio del sur de Italia. Las tropas imperiales y pontificias al mando dc Próspero Colonna y Lescaire atacaron a las francesas en Lombardía y tomaron Milán. Estos avances imperiales coincidieron con la muerte del Pontífice León X (1521). El nuevo Papa fue un flamenco, el cardenal Adriano de Utrecht (que fallece en 1523), antiguo preceptor de Carlos, lo que hizo crecer considerablemente el influjo y el poder del Emperador en Europa. Francia intentó recuperar el Milanesado, pero después de la Batalla de La Bicoca (1522) los franceses fueron rechazados del norte de Italia. Los ingleses, aliados del Emperador, penetraron en el norte de Francia, mientras su flota se dedicaba a atacar las costas de Normandía y Bretaña. Al desbaratar la hostilidad de Francisco I, el nuevo Papa, Adriano VI, se unió finalmente a la liga antifrancesa que ya habían constituido el Emperador, su hermano Fernando e Inglaterra, y en la que ingresaron la mayor parte de los estados italianos, incluida Venecia. Además, la oferta de apoyo a1 Emperador del Condestable de Borbón, debilitó aún más la posición francesa. Sin embargo, Francisco I, en 1524, cruzó los Alpes y a través de Saboya logró entrar en Milán (octubre 1524) y asediar Pavía (noviembre de 1524). Las tropas imperiales enviadas infligieron una gran derrota a las francesas en la batalla de Pavía (febrero 1525), donde el propio rey de Francia cayó prisionero de los españoles. Trasladado a Madrid, firmó allí un tratado, en enero de 1526, por el cual recuperó su libertad comprometiéndose a entregar el ducado de Borgoña, a renunciar a cualquier pretensión sobre Nápoles o Milán y a tomar como esposa a la hermana del Emperador. Se le obligó también a restituir bienes y dignidades al Condestable de Borbón. Como garantía de que iba a cumplir lo estipulado, su libertad fue canjeada por el cautiverio de sus dos hijos mayores y doce de los principales personajes de su reino. Francisco I, una vez en Francia, anunció que se había visto obligado a firmar el Tratado y que no pensaba devolver Borgoña. (El rey francés había hecho ratificar en Madrid ante notario una protesta secreta para que fuera dado por nulo todo lo que se le arrancara durante su cautiverio.)
2.2. Segundo conflicto hispano-francés. Avance turco en el Danubio y conquista de Hungría. El Saco de Roma de 1527. La transferencia al bando imperial de la flota genovesa. Las paces de Barcelona y Cambrai de 1529.

El Papa Clemente VII y los estados italianos independientes -Venecia, Florencia y Milán-, temerosos del excesivo poder hispánico, formaron con Francia e Inglaterra otra liga, la Liga de Cognac o Liga Clementina (1526). Las fuerzas de la liga atacaron a las tropas españolas acantonadas en el Milanesado. Mientras, los turcos iniciaban, tras el acceso al trono de Solimán II el Magnífico (1520-1566), una nueva ofensiva en el Danubio. En 1521 se adueñaron de Belgrado, en 1522 desalojaron Rodas y atacaron Hungría, donde murió Luis II Jaguellón, debido a lo cual las coronas de Bohemia y Hungría recayeron en Femando de Austria, hermano del Emperador. Las consecuencias de estas guerras fueron favorables para los luteranos alemanes, que no hallaron oposición en la Dieta de Spira (1526). El desarrollo de la segunda guerra hispánico-francesa se saldó con dos hechos importantes: 1) Saco de Roma en 1527, por las tropas impagadas de Carlos V; 2) el abandono del almirante genovés Andrea Doria de su temporal alianza con Francia. En los Estados Pontificios, las fuerzas españolas y napolitanas procedieron a un primer saqueo en febrero de 1527. Cuatro meses más tarde, un cuerpo de doce mil landsquenetes alemanes mandados por el Condestable de Borbón saquearon de nuevo la ciudad. La propaganda antiimperial aprovechó este evento para menospreciar el prestigio del Emperador. Los ejércitos franceses sitiaron Nápoles en 1527 apoyados por la flota genovesa de Andrea Doria, que cortó las comunicaciones entre Nápoles y Sicilia. Carlos V pidió apoyo a los príncipes del Imperio, pero los ejércitos imperiales tuvieron que retirarse ante el avance de las fuerzas francesas. Pero en 1528, el cambio de bando de Andrea Doria, incorporado a Carlos V, provocó que la situación de los sitiadores empeorase, hasta que en agosto de ese año pusieron fin al asedio. La flota genovesa garantizó al Emperador la supremacía naval en la parte occidental del Mediterráneo no controlada por los norteafricanos. En 1529 se firmaron las paces de Barcelona entre España y la Santa Sede, y de Cambrai o de las Damas con Francia. Ésta renunciaba de nuevo a sus aspiraciones sobre Milán, Génova y Nápoles, y Carlos V dejaba sus reivindicaciones sobre Borgoña, además de dejar en libertad a los hijos de Francisco I.

2.3 Los esfuerzos de reunificación religiosa: la Dieta de Augsburgo. La guerra contra los turcos. La fase mediterránea de la política de Carlos V. La toma de Túnez. La tercera guerra hispano-francesa (1536-1538). El fracaso de Argel de 1541.

Tras el Tratado de Barcelona de 1529, la paz con Francia duraría siete años, aunque la actividad diplomática antihispánica de la monarquía francesa no cesó, intensificándose sus relaciones con el Imperio Turco y su apoyo a la liga de los príncipes protestantes de Smalkalda. Los turcos en 1529 habían protagonizado un primer asedio a Viena. En 1532, los ejércitos otomanos se desviaron hacia el sur y devastaron la región de Estiria. Fernando, rey de Bohemia y Hungría, firmó treguas con los turcos a partir de 1533. Por otro lado, el Emperador intentó zanjar el problema religioso alemán, suscitado por la difusión del luteranismo, mediante una solución de compromiso en la Dieta de Augsburgo (1530): las esperanzas depositadas por el ala moderada del protestantismo en el Emperador desagradaron al bando papal. La reacción de los príncipes germánicos se concretó en la foija de la Liga de Smalkalda, que selló en 1532 una alianza con Francisco I. Un año antes, se había elegido a Fernando como Rey de Romanos, lo que implicaba su reconocimiento como sucesor al Sacro Imperio.
Carlos V tenía vastos dominios en el Mediterráneo, tanto hispánicos como itálicos, hostigados constantemente desde el norte de Áflica por los musulmanes. La defensa la ejerció a través de una política de control de la situación, la cesión de algún territorio y el establecimiento de relaciones de vasallaje con autoridades de reinos musulmanes, como el jefe de la dinastía hafsí de Túnez. La conquista de ésta por parte de Barbarroja trajo consigo la correspondientc réplica: el éxito de Túnez elevó la consideración dc Carlos V. Sin embargo, fue criticada por los consejeros hispánicos, que hubieran preferido que la expedición se hubiese dirigido contra Argel (principal base de operaciones y razias piráticas y de donde salían las principales expediciones de ataque y saqueo contra las costas y naves hispánicas). La cooperación de las flotas francesa y otomana en el Mediterráneo y la amenaza y los saqueos de las costas italianas, provocaron la forja de una coalición marítima entre España, el Papado y Venecia, aunque la batalla de La Prevesa demostró que sólo el poder coaligado de las potencias mediterráneas podría lograr vencerlo.
Carlos V, intentó la toma de Argel, aunque esta expedición, de otoño de 1541, acabó en un rotundo fracaso.
En 1535 murió sin descendencia el duque de Milán y Francisco I reivindicó el ducado para uno de sus hijos. La cesión del Milanesado a Francia suponía para Carlos V renunciar a lo que habían supuesto las ganancias de las guerras del período comprendido entre 1521-1529. Al negarle el tránsito de sus tropas, el rey francés invadió Saboya y el norte del Piamonte en 1536. Carlos V respondió con una invasión militar de Provenza. No obstante, ante la táctica de tierra quemada y ante las dificultades de suministro, no le quedó otra alternativa que el repliegue. El tercer conflicto hispano-francés concluyó por medio de la tregua de Niza (1538), gracias al arbitraje del papa Paulo III, que mantuvo la situación anterior, aunque supuso un avance para los franceses, al dejar Saboya y el Piamonte en sus manos.

2.4. Nuevo conflicto hispano-francés. La paz de Crépy de 1544. ¿Milán o los Países Bajos?

En julio de 1542, Francisco I de Francia rompió de nuevo la tregua aprovechando la investidura del príncipe Felipe como duque de Milán y e1 fracaso de Carlos ante Argel. La alianza franco-turca aproximó a los príncipes alemanes al Emperador, que aceptó las secularizaciones realizadas por ellos. El conflicto fue liquidado con la paz de Crépy-¬Meudon en septiembre de 1544. En Crépy se planteó el problema para España de escoger entre Milán o los Países Bajos. La paz implicaba ceder uno de los territorios al segundo hijo de Francisco I, el duque de Orleáns, que debería contraer matrimonio o con la princesa Maria, hija dcl Emperador, o con la archiduquesa Ana, hija del Rey de Romanos. La primera alternativa suponía la aportación en dote de los Países Bajos y el Franco Condado. La segunda, el Milanesado. En 1545, el Emperador comunicó su decisión a favor de la boda del duque de Orleáns con la hija de Fernando y con ello su determinación de cederle Milán. La inesperada muerte del duque permitió a Carlos conservar el Milanesado, mientras Francia mantenía Saboya en su poder.

2.5. La actividad del Emperador en Alemania. La guerra contra la Liga de Smalkalda. La batalla de Mühlberg.

El Emperador estaba dispuesto a afrontar la extirpación del protestantismo alemán por la vía de la negociación o por la fuerza de las armas, y a restaurar la unidad religiosa del Imperio. El Coloquio de Hagenau (1540) continuó en Worms y luego en Ratisbona (154 1), y fue presidido por Carlos con la presencia de Melanchton y Calvino. En 1543 se llegó a un acuerdo sobre un texto de 23 artículos, pero Lutero y Roma rechazaron el compromiso. En la Dieta de Ratisbona (1546) se logró colocar fuera de la legitimidad a los principales líderes de la Liga de Smalkalda y, finalmente, Carlos V resolvió ir a la guerra. Ésta se desarrolló en dos fases: en la primera, a orillas del Danubio, en 1546, consiguió la sumisión del sur de Alemania; en la segunda, en 1547, los ejércitos imperiales a orillas del Elba derrotaron a los de la Liga de Smalkalda en la batalla de Mühlberg. Carlos V recompensó a sus colaboradores: Mauricio de Sajonia recibió la mayor parte de Sajonia electoral y la dignidad de elector imperial. Tras la batalla de Mühlberg, Carlos V quiso reformar la constitución del Imperio y trató de imponer una solución religiosa al problema protestante. Un amplio frente opositor integrado por los estados imperiales comenzó a forjarse contra los planes políticos del Emperador. Quienes más habían apoyado al Emperador se mostraron escasamente entusiastas ante su reforma. La solución religiosa que intentó imponer el Emperador en Alemania a través del Interim de Augsburgo (l548) consistía en una hipotética reconciliación entre las dos iglesias rivales por medio del reestablecimiento del catolicismo en toda Alemania, con concesiones a los protestantes. Pero esto no satisfizo ni a católicos ni a protestantes. El resultado fue que la victoria imperial no modificó las fronteras religiosas en Alemania y tras ella se produjo el derrumbe del programa político-religioso de Carlos V y y la reanudación de la guerra. No pudo impedir la división religiosa de Alemania y de Europa en dos bloques: el protestante y el católico.

3. La quiebra del ideal de monarquía universal carolino y de la unidad de acción de la Casa de Austria. Nuevas guerras contra los protestantes y contra Francia. La paz religiosa de Augsburgo de 1555.

Carlos V planteó una reforma en la sucesión al Imperio. Su sucesor debía ser su hermano Femando. Su hijo Felipe, investido como duque de Milán en 1541, estaba destinado a heredar el resto de sus dominios. En 1548, Carlos V decidió desgajar los Países Bajos del Imperio, asestando un golpe frontal a las aspiraciones de su sobrino Maximiliano, que esperaba la entrega de estos territorios. Además previó otro cambio: que Felipe fuera elegido segundo Rey de Romanos, e intentó implicar a su hermano Fernando en un acuerdo por medio del que se establecería una sucesión alternada en el Imperio. Todo ello provocó la oposición de Fernando y la hostilidad dc Maximiliano. En marzo de 1551, se firmó un Pacto de Familia en el que Fernando se comprometía, tras la muerte de Carlos y una vez Emperador, a gestionar por todos sus medios la elección de Felipe como Rey de Romanos, y Felipe, una vez convertido en Emperador, prometió esforzarse en la elección de Maximiliano como Rey de Romanos, o en su defecto a su hijo. La tensión familiar facilitó el alzamiento de varios príncipes luteranos, e incluso católicos, contra el Emperador, contando con la alianza dc Francia, cuyo nuevo rey, Enrique II, pactó con los revoltosos el tratado de Chambord y convenció además al sultán de Turquía para desencadenar una nueva ofensiva. El emperador cedió la iniciativa de la negociación de una paz religiosa en Alemania a su hermano Fernando, que logró perfilarse como mediador entre católicos y protestantes (ambos acordaron en Passau, 1552, no intentar la solución a los problemas religiosos por la fuerza de las armas). La Paz de Passau, trajo consigo la plena libertad de conciencia a los príncipes y obligaba a los súbditos a abrazar la fe de sus señores (principio del cuius regio eius religio).

4.La alianza hispano-británica. La abdicación de Carlos V de Bruselas. La guerra hispano-francesa de 1557-1559 y la paz de Cateau-Cambrésis de 1559.

La crisis del sistema politico y la imposibilidad de acabar con la herejía en Alemania llevaron a Carlos V a adoptar la resolución de abdicar de sus Estados. Felipe renunció a ser candidato al título de Rey de Romanos a la muerte de Fernando y proclamó que estaba dispuesto a apoyar a Maximiliano en la sucesión al Sacro Imperio. Carlos V fue traspasando sus territorios en Bruselas en el mismo orden en que los había adquirido: entregó los Países Bajos a su hijo Felipe en 1555 y le cedió la soberanía de sus territorios hispánicos en 1556. Finalmente la abdicación del Imperio tuvo lugar en 1556 (aunque no se hizo efectiva hasta 1558). Para pacificar la transición, Felipe II firmó la tregua de Vaucelles (1556) con Francia, que conservaba Saboya y el Piamonte. Un nuevo conflicto hispano-francés tuvo como escenario los Países Bajos, el norte de Francia e Italia, donde Enrique II intentó aprovecharse de la actitud favorable del papa Paulo IV para poner fin a la hegemonía española, por lo que el virrey dc Nápoles invadió los Estados Pontificios, ante lo que el monarca francés envió refuerzos al Pontífice. Las operaciones en Italia encendieron la guerra en la frontera francesa de los Países Bajos, donde Francia fue derrotada en las batallas de San Quintín (1557) y Gravelinas (1558). Tras esto, la paz de Cateau-Cambrésis (1559) cerró las guerras de Italia hispano-francesas: se estipuló el matrimonio de Felipe con Isabel de Valois, hija de Enrique II, y de la hermana de éste con Manuel Filiberto de Saboya, que recuperaba de Francia Saboya y el Piamonte. Francia conservaba los tres obispados de Lorena y recuperaba San Quintín y otras fortalezas septentrionales, y renunciaba a sus pretensiones sobre Nápoles y el Milanesado, así como a sus derechos sobre el Artois y Flandes. La situación en el Mediterráneo supuso una serie de retrocesos para la monarquía española en el norte de África, ya que las plazas conquistadas se encontraron con dificultades para ser mantenidas. Pese a todo, el Emperador se vio favorecido por la disparidad de intereses entre franceses y turco-berberiscos, aunque en 1533 (?) ambas flotas se pusieron de acuerdo para conquistar Córcega. Los turcos se marcharon pronto de la isla, mientras que los franceses se quedaron con sus plazas y la artillería. En 1558, un ataque turco implicó la toma temporal de la Ciudadela. Fue éste el mayor revés infligido por los otomanos a la monarquía española durante el siglo XVI.

1 comentario:

  1. Buena entrada a contenidos. Faltaría la cita de las fuentes de información que se han utilizado, incluido internet (he localizado el uso de la biblioteca "Cervantes Virtual, aunque no se diga en tu entrada).
    Atentamente,

    ResponderEliminar